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domingo, 14 de marzo de 2010

Aló

Eran las 10 de la noche y Antonny paseaba, como era usual, por la av. Salaverry de una manera distraída mirando al frente, al vacío. Pasaron por su costado una señora de abrigo marrón con los ojos llorosos, un policía que sudaba en una noche tan fría, un niño de no más de 10 años que parecía estar buscando a su mamá, una chica que llevaba una carta en la mano y lágrimas en los ojos: él no notó a ni una de ellas. La angustia lo carcomía, día a día su caminata de rutina se volvía más que solo eso, era un escape, un adiós, la única manera en la que podría olvidarse de todo lo que le rondaba la cabeza.

Ya había pasado una semana sin hablar, sin saber algo de él. En su mente todo estaba confuso y no sabía que era lo que había pasado, quería poder volver a escuchar su voz, su risa, ver su rostro, sentir sus labios rozando los suyos, la impotencia dominaba. En el fondo se encontraba el bicho del odio, no podía creer que él le había dicho eso de una manera tan cruda y sin explicaciones, quería saber porqué lo había hecho. Elizabeth buscó su celular en la cómoda y apenas lo tuvo entre sus manos se dispuso a marcar el número de Antonny.

Antonny se encontraba en el cruce de la av. Mariátegui con la Salaverry cuando de pronto el estridente sonido de ese aparato de plástico llamado celular empezó a sonar, se sobresaltó, apretó el botón verde y dijo:
-¿Aló? -mientras que su rostro mostraba una expresión de extrañeza-.
-Hola... Antonny, soy yo, Elizabeth, necesitamos hablar -ella estaba cada vez más blanca-.
-Lo siento, esto no da para más, no quiero volver a hacerte daño, perdón, soy un idiota y es mejor que no me vuelvas a ver- Elizabeth se quedó estupefacta y soltó el celular-.
-¿Aló? ¿Aloó? ¿Elizabeth, me escuchas? -se sentía estúpido, pero creía que era lo mejor mientras que Elizabeth se iba a llorar al baño-. Perdón, pero es mejor todo así.
Antonny colgó, sintió una gota de agua bajando por su mejilla, no, no estaba llorando, había empezado a llover y ya era hora de volver a casa.

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